Te imaginas llegar al final de tu vida y sentir que no la viviste, que desperdiciaste todas las oportunidades que se te dieron.
La vida es un regalo que se nos da cada día, pero que a veces no sabemos cómo aprovecharlo.
Nos dejamos llevar por la rutina, el miedo, la pereza, y vamos dejando pasar las oportunidades que se nos presentan.
Oportunidades de amar, de aprender, de crecer, de ayudar, de soñar, oportunidades que quizás no vuelvan a repetirse.
La vida es un viaje lleno de altibajos, de aciertos y errores, de alegrías y tristezas. No hay una forma correcta o incorrecta de vivirla, sino que cada uno la va creando con sus decisiones, sus acciones y sus actitudes. A veces, podemos sentir que hemos desperdiciado nuestro tiempo, que hemos dejado pasar oportunidades, que no hemos cumplido nuestros sueños. Pero eso no significa que nuestra vida no tenga valor, ni que no podamos aprender, crecer y cambiar.
Lo que importa no es lo que hemos hecho o dejado de hacer, sino lo que somos y lo que podemos ser. Somos seres únicos, con una historia, una personalidad, unas cualidades y unos talentos que nos hacen especiales. Somos capaces de amar, de sentir, de pensar, de crear, de soñar. Somos más que nuestros logros o nuestros fracasos, más que nuestras posesiones o nuestras carencias, más que nuestras circunstancias o nuestras limitaciones.
No podemos cambiar el pasado, pero podemos aceptarlo, perdonarnos y perdonar, agradecer lo bueno y aprender de lo malo. Podemos vivir el presente con atención, con ilusión, con generosidad, con humor. Podemos proyectar el futuro con esperanza, con confianza, con curiosidad, con flexibilidad. Podemos encontrar sentido y propósito en nuestra vida, en nuestras relaciones, en nuestras actividades, en nuestras pasiones.
No te desanimes, ni te juzgues, ni te compares. Reconoce tu valor, tu belleza, tu potencial. Celebra tu vida, tu existencia, tu esencia. No eres un desperdicio, eres un regalo. No has perdido, has ganado. No te rindas, sigue adelante. Te mereces ser feliz.
