
Nacimos para el amor
A veces creemos que la libertad es lo que hay fuera, pero nos equivocamos, porque las verdaderas cadenas están dentro, en el corazón y son esas las que debemos pedir que sean rotas.
En nuestro corazón hay un anhelo de felicidad, de amor, de libertad; pero por más que se hable de la libertad ese anhelo persiste, porque no se ha llenado, caemos en más cadenas y esclavitudes buscando la libertad.
Sino encuentro la libertad en mi corazón, en el mundo y todo me deja el vacío, buscamos llegar a extremos aún poniendo en peligro nuestra libertad, lo que nos lleva a siempre querer ir más allá, más de prisa y queremos aumentar nuestro poder de transformar la realidad…
Queremos sobrepasar todos los límites.
Nos condenamos a una muerte espiritual, a una muerte física… por un anhelo de libertad que no se ha sabido ubicar, que no se ha sabido encontrar de manera auténtica y en lo que es verdaderamente la libertad.
Se nos hace difícil decirle al Señor que venga, que venga a nuestra casa, a nuestra familia, que a Él le decimos que sí, que Él es nuestra verdadera libertad, que Él es el Camino, la Verdad y la Vida… nos parece muy anacrónico aferrarnos al Señor y queremos renunciar a la verdadera libertad, buscando riesgos suicidas y cosas sin sentido.