Reflexión

¿A qué sabe el olvido?

Quizás el olvido sea un sabor amargo, como aquel que se queda en la boca después de una discusión con un ser querido. Tal vez sea salado, como las lágrimas que derramamos al perder a alguien importante. O quizás sea dulce, como el alivio que sentimos cuando finalmente logramos liberarnos de un amor que nos hacía daño.

Pero ¿cómo podemos olvidar lo que verdaderamente importa en la vida? ¿Cómo podemos dejar atrás los recuerdos de aquellos a quienes amamos, de aquellos que nos dieron su amistad incondicional y de aquellos que nos brindaron su amor incondicional?

Porque el olvido no siempre es una elección consciente. A veces simplemente ocurre, y aunque tratemos de aferrarnos a los recuerdos, poco a poco se desvanecen en la distancia.

Pero tal vez el olvido no sea tan malo después de todo. Porque en medio de la tristeza y la nostalgia, encontramos la oportunidad de crear nuevos recuerdos y de forjar nuevas relaciones. Tal vez el olvido sea la manera en que la vida nos obliga a seguir adelante y a abrir nuestras mentes y corazones a nuevas experiencias.

Así que mientras el sabor del olvido persiste en nuestra memoria, recordemos también el sabor del amor, de la amistad y de la familia. Saboreemos cada momento y cada experiencia, y permitamos que los recuerdos sean tan dulces y memorables que nunca se desvanezcan por completo.

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