Reflexión

No hay que pagar con la misma moneda

Hay que pagar con la misma moneda.

Es lo que dicen y por mucho tiempo yo creí que era lo correcto.

Si te hacen el mal, tienes que devolverlo…
Ojo por ojo, diente por diente, es lo justo, pensaba yo.
¿Pero saben algo?

Ojo por ojo, un día el mundo se va a quedar ciego.

Porque después de vivir algunos años, noté que el mal que te hacen y uno devuelve, anda por ahí, girando…

Circulando.

Lastimando otras personas que nada tienen que ver.

Muchas veces a las personas que más te importan, en un daño colateral que es imposible de detener.

Porque el mal que uno recibe y decide devolver nunca es el mismo.

Esa porquería siempre va creciendo.

Crece como el arroyo que se vuelve rio y más tarde se vuelve mar.

Por eso, un buen día, decidí que no quería eso en mi conciencia.

¿Para qué?
Decidí que el mal que yo recibiera, me lo iba a guardar.

Ese mal que me llegara me lo iba a quedar para mí y lo iba a transformar en letras, para que no ande por ahí jodiendo la vida a nadie más.

Y menos a las personas que yo amo.

Aunque eso significara que de tanto guardar maldad sin dejarla salir, un día yo pudiera explotar.

Pero por lo menos mi conciencia estaría tranquila.

Curiosamente no pasó.

Noté que el mal que uno guarda, si uno lo deja ahí encerrado, pierde su fuerza.
Se va poniendo cada vez más pequeño, hasta que un buen día, simplemente, ya no está.
Descubrí que tenía ese poder.

Si tú también puedes hacerlo, ¡felicidades!
Porque me consta que no todo el mundo puede hacerlo.
No todos tienen la fuerza de voluntad de cortar ese círculo vicioso que alimenta el mal.

A mí me costó más de media vida aprenderlo.
A ese poder le puse un nombre.
Lo llamé: Perdonar.

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Mira también
Cerrar
Botón volver arriba